22 de octubre de 2014


Será difícil restaurar la imagen Andalucista



   El pueblo andaluz, que se volcó el 4 de diciembre de 1980 en la consecución de su autonomía, ha sido y será siempre el verdadero protagonista de su historia. Sin embargo, después de 34 años de prodigios y desatinos, de esperazas y frustraciones, un buen puñado de hombres y de mujeres andalucistas pusieron su rúbrica en los proyectos del duro caminar hacia el autogobierno y el bienestar. Unos verán escrito su nombre con letras de oro en los anales históricos; otros caerán en la fosa del olvido y otros –quizás los menos-, serán recordados con amargura. Ellos son, para bien o para mal, algunos de los prota-gonistas andaluces de los últimos 34 años.

   El camino no fue fácil y Andalucía tuvo que luchar, como  ninguna otra Comunidad, para que le fuera reconocida la autonomía plena. Antes habían dado la cara Rafael Escuredo, que se vio obligado a dimitir al chocar sus planteamientos autonómicos con los de Alfonso Guerra. O Manuel Clavero, que igualmente dimitió como ministro de UCD, por estar en desacuerdo con el tratamiento que el Gobierno presidido por Adolfo Suárez daba a la cuestión de la autonomía andaluza.

  Se habrá podido estar de acuer-do o en desacuerdo con estas dimisiones, pero desde la perspectiva del tiempo podemos calibrar la decisiva importancia que tuvo la cuestión andaluza en la configuración del Estado de las Autonomías. Posiblemente si Andalucía no hubiera logrado acceder a  su  autogobierno  pleno,  el mapa autonómico del país sería muy distinto de lo que es hoy día.
   Por culpa de los políticos, casi siempre, la historia se escribe con renglones torcidos, para lue-go echarles la culpa a los pobres calígrafos. Ya es hora de que la verdad sobre la autonomía Anda-luza se abra camino, y se sepa como y gracias a quién, se desbloqueó el proceso. Y esperamos que el pueblo andaluz, con gesto hidalgo y limosna generosa, le restituya, indulte y absuelva, un día no lejano, el crédito que le negó al Partido Andalucista en aquellos momentos, cuando se inmoló como un sacerdote tarté-sico, aunque sea difícil restaurar del todo su buena imagen. Fuimos la víctima propiciatoria de la mala conciencia de los travestidos de verde y blanco.



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